lunes, 8 de junio de 2015

El uso de virus como antibióticos naturales

Las bacterias son unos microorganismos que llevan infectando nuestro cuerpo desde nuestra propia existencia. Su alta capacidad de adaptación a medios hostiles combinado a su rapidez reproductiva los hace organismos patógenos formidables y, por si fuese poco, estos microscópicos seres evolucionan rápidamente para hacer frente a antibióticos y bactericidas, así pues, su uso indiscriminado solo causa poblaciones resistentes.

Ante este problema están apareciendo numerosas soluciones, la más destacada, el uso de virus bacteriófagos/fagos para su control y destrucción.

Los virus bacteriófagos, como su nombre indica, son virus cuya reproducción depende de la introducción de su genoma en la bacteria, matándola en el proceso.

Aunque esta técnica se había utilizado antes por otros laboratorios, sus aplicaciones eran diferentes. El nuevo estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv, en Israel, desveló su utilización en procesos en los cuales el virus fago, modificado artificialmente, inactiva los genes bacterianos que generan la protección contra antibióticos, en otras palabras, elimina la resistencia de la bacteria a los antibióticos.

Para su experimento, los investigadores utilizaron el virus bacteriófago Lambda, un fago muy estudiado estos últimos años con una adaptabilidad biológica muy grande y un alto indice de supervivencia. El fago ataca en pareja a la bacteria: Uno de los individuos inyecta el genoma mientras el segundo la mata para asegurar la reproducción.

El experimento dió lugar a resultados fantásticos, al introducir el fago, modificado geneticamente, por supuesto, para producir los resultados deseados, el microorganismo fusionaba su genoma con el de la bacteria, y el genoma modificado del fago inactivaba el gen de la resistencia a antibióticos bacteriano, produciendo bacterias sensibles a los antibióticos.

La noticia me ha parecido muy interesante y revolucionaria, merece echarla un vistazo

http://elpais.com/elpais/2015/05/18/ciencia/1431964652_805429.html

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